viernes, 25 de julio de 2008

Che Guevara: El hombre nuevo






















Teté de chico, Chancho de adolescente, Tatú en el Congo, Ramón en Bolivia... siempre el Che, una misma y única identidad bajo cualquier aspecto y nombre. Consecuente con sus ideas y prácticas, Guevara construyó su destino pero no el mito que lo sobrevive, que lo hace dar el presente en toda movilización contestataria, en cualquier lugar del mundo, desde aquella foto tomada por el cubano Alberto Korda, que lo congeló en una eterna y rebelde juventud. Seguramente, no todos los que llevan su imagen en remeras, tatuajes, stickers y posters conoce sus ideas y otros aspectos de su historia. Pero su innegable omnipresencia marca una presencia renovada, que sigue acompañando a multitudes e incomodando a minorías. Ahí está, vigente y desafiante en medio de la cultura de la exhibición y la publicidad, un hombre que vivió buena parte de su vida adulta en la clandestinidad. Ahí está, en medio de la sociedad de consumo más consumista y de la corrupción como práctica política legalizada, un hombre que hizo de la mayor austeridad y honestidad su forma de vida. Quizás por eso justamente sigue vigente, porque sigue siendo un referente a la hora de buscar una coherencia y un compromiso que le reconocen hasta sus más feroces detractores. La utopía que encarnó, la del Hombre Nuevo, solidario, digno, íntegro, continúa irradiando tanta esperanza hacia adelante como frustraciones en el presente. Una utopía que abreva en conceptos políticos e ideológicos, pero que apela también a un humanismo que algunos juzgan romántico e ingenuo. Será que su pos-posmodernidad levanta banderas opuestas al individualismo como política, al cinismo y al egoísmo. Mito, utopía inconclusa, ejemplo... la popularidad del Che extendida más allá de su existencia real es en sí misma todo un símbolo, para algunos, positivo; para otros, retrógrado”

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